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Los idiomas: mucho más que “útiles”

Cuando se habla del aprendizaje de las lenguas extranjeras, en especial del inglés, el consenso entre los adultos es generalizado: su aprendizaje es muy útil. Pero también un destornillador lo es y no todo el mundo lleva uno en el bolsillo. Aparte de su utilidad como herramienta para poder comunicarse y encontrar trabajo, ¿para qué más sirve el aprendizaje de una o varias lenguas extranjeras? ¿Y hay vida más allá del inglés? ¿Qué pasa con aquellos idiomas que no representan un poder económico y son minoritarios?

En el mundo existen en la actualidad unas 7 000 lenguas y más de la mitad tiene menos de 10 000 hablantes. Un 43%, de hecho, está en peligro de extinción. Según una noticia de la ONU, cada dos semanas desaparece una lengua, en parte por carecer de peso en el devenir económico mundial. Solo un tercio de las lenguas del mundo cuenta con una forma escrita, la inmensa mayoría es de tradición oral. Como dato curioso: El 4% de la población mundial habla el 96% de las lenguas, mientras que el restante 96% de hablantes acapara un escaso 4% o, lo que es lo mismo, unos 270 idiomas.

¿Vale la pena aprender una lengua con pocos hablantes? Esa fue la pregunta que se planteó en 1º ESO en un ejercicio de pensamiento crítico. Los argumentos en contra no tardaron en llegar: falta de utilidad, practicidad y rentabilidad. Poco más se puede decir. Sin embargo, muchos alumnos creen, equivocadamente, que las lenguas minoritarias se convierten en tales por ser difíciles o “raras”. Nada más lejos de la realidad. Aparte de que el criterio de complejidad es muy relativo. Todo aprendizaje nuevo nos exige trabajo. Por otra parte, también surgieron puntos de vista a favor de instruirse en un idioma poco hablado. Dedicarnos a su estudio nos convierte en agentes activos en el proceso de conservar una lengua y su cultura. Es un poco como estar salvando un “lince ibérico de las lenguas” … Defendemos así también la riqueza y variedad culturales al igual que lo hacen instituciones como el Parlamento Europeo. Además, aprender cualquier lengua es beneficioso para nuestra salud, en concreto para nuestro cerebro.  Mejora nuestra creatividad, flexibilidad y fluidez ¡en nuestra lengua materna! Los efectos son también positivos en materias no lingüísticas como las matemáticas o las ciencias y nuestro rendimiento académico mejora en general. 

Así que, ¿a qué esperas? ¡No dudes en aprender una lengua! Minoritaria o no, recuerda que siempre estarás entrenando tu cerebro. Además, te acercarás a una nueva cultura, a otra forma de ver y entender el mundo. O como diría Carlomagno: “Tener otro idioma es tener una segunda alma”.

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